Publicado originalmente el 8 de marzo de 2015 en Expreso, Diario de viajes
Tras horas de vuelo cruzando el océano, desde la ventanilla del avión se ve un sinfín de luces y entonces se comprende la inmensidad de la ciudad de México. La urbe parece no tener fin y queda patente el reto que implica conocerla realmente en el tiempo que tenemos disponible.
Para aprovechar la visita al máximo, esta es una guía de 10 lugares indispensables para vivir esta megalópolis y sacarle todo el provecho posible.
Cada uno de sus más de nueve millones de habitantes tendrán diferentes opiniones de cómo disfrutar del conjunto de 16 delegaciones que, sin contar su área conurbada, forman la ciudad. Pero estos aparecerán en la mayoría de las listas:
Uno. El zócalo
La plaza más emblemática de la ciudad es conocida por todos por su nombre oficial de El Zócalo, aunque oficialmente es Plaza de la Constitución. Desde tiempo de los mexicas ha sido el centro neurálgico de la ciudad y hoy no sólo es un punto de referencia, sino un lugar imperdible de la capital.
El zócalo en si no es más que una enorme plancha 57.600 m², que ha perdido los jardines característicos de miles de plazas de México a favor de un espacio abierto para grandes concentraciones de gente. Pero a su alrededor se ven algunos de los edificios más importantes de la ciudad incluyendo la catedral y el palacio nacional. Sedes del poder político y religioso, tal y como se concibió su diseño desde la Colonia.
Además de estos, cuenta con el portal de mercaderes, hoy ocupado por dos importantes hoteles con las mejores vistas de la plaza y por varios negocios. Y a un costado de la catedral se muestran los restos del templo mayor, únicos vestigios de la antigua Tenochtitlán que se encuentran abiertos al público.
Dentro de lo que es la gente, el zócalo es recorrido por miles de personas al día, y si no existe un evento organizado o una protesta, al menos se puede ver como se iza la bandera monumental en el asta que domina el centro de la plancha.
Dos. La calle de Madero
A un lado de la Plaza de la Constitución, la calle de Madero, llamada así en honor a un presidente de principios del siglo XX, es una de las principales vías de entrada al zócalo, y escenario de una de las más importantes transformaciones que el centro de la ciudad ha vivido en los últimos años.
Otrora un camino vehicular, en el 2009 el gobierno de la capital tomó la decisión de peatonalizar la avenida, para convertirla en un corredor que uniera la plaza central con el parque de La Alameda.
La apuesta fue difícil en una ciudad que se resiste a dar prioridad al peatón sobre los vehículos, pero resultó un éxito, y hoy la calle se ha convertido en el principal paseo para las decenas de miles de personas que van al centro de la ciudad cada día.
Dos ventajas ha tenido el cambio, por un lado el comercio se ha dinamizado, beneficiando a los muchos locatarios que en varios casos siguen manteniendo abiertos negocios tradicionales. Por el otro a lo largo de toda la calle es posible disfrutar de la arquitectura colonial sin la preocupación de estar vigilando el paso de los vehículos.
El palacio de Iturbide, la casa de los azulejos, el oratorio de San Felipe Neri, el convento de San Francisco de Asís y la casa Borda son sólo algunos de los edificios que se contemplan al caminar por la calle.
Otra cosa que hoy se encuentra es la presencia de artistas callejeros, que van desde las estatuas humanas hasta cantantes de ópera y que dan mucha personalidad a la calle.
Es notable además que, contrario a otras áreas peatonales en grandes destinos turísticos, Madero sigue siendo una calle disfrutada esencialmente por la población local, que no ha dejado que el lugar pierda su personalidad a favor del turismo de masas.
El éxito de la peatonalización de Madero, invita a el gobierno de la ciudad a que continúe apostando por el peatón recuperando espacios para el uso de la población, y poniendo límites a la cultura automotriz que genera parte importante del estrés y la contaminación de la urbe.
Tres. El Palacio de Bellas Artes
Al salir de Madero, y vecino al parque de la Alameda Central, otro de los lugares de paseo favoritos de los defeños, se encuentra el monumental Palacio de Bellas Artes, uno de los principales recintos culturales de la ciudad.
La historia del edificio comienza en 1901, cuando el Teatro Nacional se demolió para ampliar una avenida, dejando a la ciudad sin una sede para las bellas artes. Para suplir la perdida en 1904 se comienza la edificación de este nuevo recinto, cuya construcción estaba planeada como parte de los festejos del centenario de la independencia de México, que trajo consigo muchos proyectos para embellecer la capital y otras ciudades del país.
Si bien las obras no se terminaron a tiempo y fueron interrumpidas por una revolución armada contra una dictadura. Treinta años después se consiguieron los recursos para terminar el palacio, que desde entonces es un ícono del Distrito Federal.
El edificio, diseñado por el italiano Adamo Boari, es una obra de arte que combina elementos del art noveau y el art decó, además de trabajos de muralistas mexicanos de la talla de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
En su interior se han presentado artistas como María Callas o Joan Manuel Serrat, y es sede habitual de la orquesta sinfónica de la ciudad, así como de las compañías nacionales de teatro, ópera y danza. Vale especialmente la pena acudir a las representaciones del ballet folclórico para conocer un poco de la música y bailes tradicionales en esta nación multicultural.
Un detalle que no escapa a la vista, es el desnivel que la entrada al palacio tiene respecto al nivel del suelo. Se dice que el peso del mármol de Carrara y de las esculturas que adornan el edificio es tal que éste se está hundiendo en el suelo. Si bien su diseño pudo no ser el adecuado para la superficie sobre la que se edificó, no cabe duda de que se trata de lo mejor de la arquitectura en la ciudad.
Cuatro. Ciudad Universitaria
Alejando los pasos del centro de la ciudad, y viajando hasta el sur de la misma se encuentra el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (C.U.)
El campus es uno de los proyectos arquitectónicos más importantes de la ciudad, y comienza su historia en 1946, cuando la universidad recibe del gobierno varias hectáreas en un área llamada El Pedregal, para construir un campus y unir todas sus facultades, que hasta ese entonces estaban dispersas por varios edificios del centro.
Una vez recibido el terreno, se hizo un concurso y se eligió un proyecto de Manuel Pani y Enrique del Moral que reflejaba los principios de la arquitectura moderna, con el uso de espacios abiertos, elementos provenientes del medio natural y la inspiración en el pasado, en este caso a la arquitectura prehispánica.
El campus fue inaugurado en 1952, y en su elaboración participaron cerca de 60 arquitectos y artistas que legaron edificios y murales emblemáticos como la biblioteca central, el estadio Olímpico Universitario o las facultades de medicina y arquitectura.
Más allá de sus elementos artísticos, que le han valido al área su incorporación como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, el campus conserva también un área cultural con museos, espacios escultóricos y salas de cine y música. Y conserva también una reserva ecológica para preservar el medio natural donde se erigió, con un suelo de piedra volcánica producto de una antigua erupción y una flora y fauna adaptadas a estas condiciones especiales.
Sobra decir que el campus es también la principal sede universitaria del país y que recibe a miles de estudiantes cada día, con lo cual es también una de las zonas con más movimiento y riqueza cultural de la capital mexicana.
Cinco. El barrio de Coyoacán
El crecimiento desmedido de la ciudad de México ha provocado que hoy decenas de poblaciones otrora independientes formen parte de ella, muchas de ellas sin embargo conservan una personalidad propia que las distingue del centro de la ciudad. De entre todas probablemente la que más destaque sea Coyoacán.
Coyoacán era una ciudad cercana a Tenochtitlán, y fue el primer lugar del valle de México donde los españoles se asentaron antes de construir su capital sobre la antigua ciudad mexica. Siendo así el barrio conserva algunos de los más antiguos edificios coloniales de todo México, destacando entre ellos la iglesia de La Conchita o el templo de San Juan Bautista.
Coyoacán es además un lugar con mucha vida de barrio, sus plazas arboladas y jardines son la envidia de otras zonas de la ciudad que no cuentan con ellas; sus calles se mantienen empedradas, conservando la imagen tradicional de la zona, y su ambiente bohemio se percibe desde sus restaurantes y bares que lo hacen una de las zonas de vida nocturna más populares, hasta en la venta de productos y artesanías que siempre tienen una historia y un significado.
Coyoacán es el mejor lugar para conocer la ciudad más allá de su centro.
Seis. Visitar un mercado
Una de las primeras cosas que uno imagina al pensar en México es su gastronomía, y esta no sería igual si no fuera por la enorme cantidad de productos típicos con los que cuenta el país.
Frutas, vegetales, animales y condimentos dan una gama de posibilidades que forman todo el patrimonio alimenticio mexicano. Algunos como el maíz, el tomate o el chocolate son conocidos ya en todo el mundo, pero muchos otros como el zapote, el mamey o los chapulines no han salido del país. De cualquier forma algo los caracteriza a todos, su colorido.
Una visita a un mercado en México es toda una experiencia, los alimentos se exhiben y los vendedores invitan a probarlos todos, el lenguaje utilizado es folclórico, siendo a la vez familiar y ajeno, es posible comer en decenas de puestos con una sazón que no se halla en la comida mexicana que se vende en el extranjero, y todo forma un mosaico de colores, olores y sabores que se vuelven inolvidables.
Además productos artesanías, vestuarios, juguetes, flores, música y otros elementos tradicionales completan una experiencia que hay que vivir. Por lo general cada barrio tiene su propio mercado central, pero entre los más típicos están el de Coyoacán, el de Álamos y el de Jamaica.
No suelen aparecer en las guías turísticas, pero son una de las experiencias más auténticas y significativas que un visitante puede tener.
Siete. Navegar en trajineras
Alguna vez la ciudad de México estuvo en un kilométrico lago, y sus habitantes se adaptaron a este medio natural aprovechándolo para el transporte, la pesca y el uso de agua potable. Lamentablemente este conocimiento terminó perdiéndose y los citadinos prefirieron desecar el lago en vez de convivir con el, perdiéndose así un medio natural único en el mundo.
Sin embargo los antiguos lagos de Texcoco y Xochimilco no se perdieron del todo, y al sur de la ciudad aún sobrevive una pequeña muestra de lo que alguna vez fue uno de los ecosistemas más importantes de América. Xochimilco es otro de los barrios imperdibles de la ciudad, y más allá de sus calles, destaca por sus canales de agua.
Estas avenidas que alguna vez llegaban al mismo centro de la ciudad, son aún navegadas por las típicas trajineras, embarcaciones de madera bautizadas con nombres de mujer e impulsadas por largas varas de madera que se apoyan en el fondo del lago.
Su similitud con las góndolas ha hecho que esta zona sea llamada “la Venecia Mexicana”, y los turistas pueden experimentar este medio de transporte abordándolo en alguno de los 9 embarcaderos que existen.
Los paseos se extienden por una o dos horas y mientras se recorren los canales se escucha la música de mariachi, se ven las flores que se cultivan y se descansa del estrés de la gran ciudad.
Los canales de Xochimilco también conservan al ajolote, un anfibio mexicano en grave peligro de extinción y a las chinampas, el tradicional método de cultivo de los pueblos prehispánicos que aprovechaban la fértil tierra del fondo del lago para crear jardines flotantes.
Es una zona donde pasado y presente conviven.
Ocho. Viaja al México prehispánico
Tenochtitlán, la capital mexica, tuvo la mala fortuna de ser completamente destruida durante la conquista y la posterior edificación de la ciudad de México. Con esto gran parte del patrimonio azteca se perdió, y la posibilidad de ver grandes construcciones prehispánicas en la capital también desapareció.
Esto no quiere decir que no exista nada, el área arqueológica del templo mayor a un lado de la catedral exhibe los pocos restos que quedan de la ciudad azteca, y un poco más al norte en Tlatelolco se mantiene en pie una importante pirámide, mientras que al sur de la ciudad la antigua y desaparecida cultura cuicuilca también dejó testimonios de su existencia.
Sin embargo el mejor lugar para conocer el México prehispánico es el Museo Nacional de Antropología e Historia, donde muchas de las más importantes piezas arqueológicas del país están en exhibición.
Con salas dedicadas a civilizaciones tan importantes como los mayas, los zapotecos o los teotihuacanos y otras a algunas casi desconocidas fuera de México como las ciudades del occidente y norte del país, la visita al museo es un mosaico completo de toda la variedad y riqueza que existieron en este territorio a lo largo de siglos.
Y si bien el principal atractivo son las piezas arqueológicas, el museo tiene un importante espacio dedicado a la etnografía y a las culturas indígenas vivas que aún pueblan todo el país: yaquis, tojolobales, huastecos, tzeltales y otomís son sólo algunos ejemplos de una cultura viva que suele pasar desapercibida y que hacen único a México.
Nueve. Un bosque urbano
El Museo de Antropología se encuentra en el área de Chapultepec, un enorme bosque urbano que es considerado el pulmón de la ciudad.
Chapultepec tiene una superficie de 678 hectáreas y se divide en tres secciones, dentro de las cuales se ubican muchas atracciones culturales y deportivas.
Entre todas ellas destaca el castillo de Chapultepec, un palacio construido en lo alto del cerro más alto del parque y que fue residencia tanto del emperador Maximiliano de Habsburgo, como de muchos presidentes. Hoy es un museo que cuenta la historia de México y además ofrece una de las mejores vistas de la ciudad.
El bosque también cuenta con otra decena de museos, y con zoológicos y parques de diversiones. Además la extensión de sus áreas verdes, sus lagos artificiales y su conveniente localización muy cerca al importante paseo de la reforma lo convierten en una de las más populares zonas de paseo para los capitalinos, que lo disfrutan especialmente los fines de semana,
Diez. El paseo de la Reforma
Una de las avenidas más importantes de la ciudad, y conexión principal entre el centro y el bosque de Chapultepec, la avenida de la Reforma fue antiguamente un paseo para que los emperadores viajaran de la zona de gobierno a su residencia, y más tarde se transformó en un área residencial donde la clase alta del país construyó sus casas al estilo europeo.
Hoy el paseo es la principal zona financiera de la ciudad, y sus casonas históricas han sido remplazadas por grandes rascacielos. Si bien la mayoría tienen escaso valor arquitectónico, existen otros como el edificio de la Lotería Nacional que rescata lo mejor de la arquitectura del siglo XX.
Asimismo la avenida está llena de monumentos icónicos, entre los que destaca el llamado Ángel de la Independencia, una escultura bañada en oro y localizado en lo alto de una columna que honra a los personajes que lucharon en la guerra por independizar el país.
La estatua se ha convertido en el principal símbolo de la ciudad. Es punto de festejo en las victorias deportivas y de protesta cuando la población pide un cambio político.
El diseño de la estatua es del arquitecto Antonio Rivas Mercado, y al igual que Bellas Artes fue una de las obras hechas para celebrar el centenario del México independiente.
Dentro de la columna se encuentran los restos de los héroes de la independencia, y subiendo por una larga escalera de caracol se puede llegar hasta su cima, para ver la estatua de cerca y contemplar toda la avenida a su largo.
Texto y fotos: Francisco Fontano Patán
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